Prólogo, de María Luisa Berzosa, fi, y Caterina Ciriello, fiOctubre de 1997Parte primeraLa Edad Media. Aproximación La sociedad Los monasterios, la Iglesia y los obispos La mística El amor cortés La mujer Algunos movimientos medievales La mujer religiosa en la Edad Media La precursora El movimiento de las beguinas ¿Fueron sinodales las beguinas?Las beguinas Algunas beguinas poco conocidas La beguina beata María d'Oignies, la primera La beguina Odilia de Lieja, la madre de John La beguina Ida de Nivelles, la compasiva La beguina Juetta de Huy, la que no pensó serlo La beguina Douceline de Hyères, la Grande Dame La beguina Agnes de Viena, la terciaria capuchina Mística, espiritualidad, lenguaje y compasión en las beguinasAlgunas beguinas más conocidas e incómodas Hadewijch de Amberes Beatriz de Nazaret Matilde Magdeburgo Margarita Porete Juliana de NorwichDe beguinas a brujas: el imaginario popular manipuladoLas beguinas en España y su influencia Zaragoza Teruel Otros lugares Isabel de Villena, la que predicaba Juana de la cruz, Jesucristo se encarna en carne de mujer Isabel de la Cruz, la heterodoxaTeresa de Jesús Teresa y Martín ¿Influyeron las beguinas en Teresa de Jesús?Parte segundaBeguinas del siglo xxEsther -Etty- Hillesum: la vida es bella a pesar de todoDorothy Day, la sierva de Dios y de los hombresSimone Weil: amar a Dios ausente, como en el amor cortés¿Realmente murió en 2013 la última beguina?¿Tendrían sentido hoy las beguinas?EpílogoEnheduanna (2354 a. c.)Bibliografía
Las beguinas fueron místicas absolutamente originales, capaces de desarrollar un pensamiento teológico inédito, cuyo centro es el alma que busca a Dios a través de un incesante diálogo amoroso, dirigido simplemente a señalar el proceso que siguen todos aquellos que emprenden un camino espiritual, «porque Dios Amor no exige nada para darlo todo, y que lo mejor para el alma es aniquilarse en Dios». No eran bien vistas por dos motivos: en primer lugar, se las consideraba un peligro, porque intelectualmente eran superiores a gran parte de la población y del propio clero; y también porque se dedicaban al cuidado de la gente más desfavorecida sin pedir nada a cambio; eran humildes y sencillas. Esto despertaba un sentimiento de miedo y rechazo en la sociedad medieval del momento, que estaba marcada por el cambio radical de la Iglesia, que había evolucionado desde la defensa de la ayuda al prójimo hasta la Iglesia perseguidora de infieles y herejes, que se sustentaba en el poder de la Inquisición -y de la poca cultura de la gente-.