La mentira es universal, se miente en cualquier tipo de relación, personal o pública. Se la reprueba, pero al mismo tiempo se reconoce su necesidad. Se niega que tengamos derecho a engañar y se afirma con la misma convicción que es conveniente. La desconcertante ambigüedad de la mentira se interroga por la función que cumplen las distintas formas de mentir en las relaciones sociales.