Durante la Edad Media, muchos alquimistas vivieron obsesionados con una pretensión imposible, un sueño inalcanzable: alcanzar la piedra filosofal, gracias a cuya fórmula podría obtenerse oro de otros metales. A esa quimera entregaron todo su trabajo, todas sus ilusiones, toda su sabiduría y, en definitiva, su vida entera. ¿Sería posible que uno de esos alquimistas hubiese descubierto la piedra filosofal y quisiera transmitir su secreto a tres jóvenes de hoy? ¿Sería posible, además, que la facultad de convertir cualquier piedra en oro estuviese al alcanza de tu mano?