Los personajes que pueblan los relatos de Infiernillos son, casi todos, niñas o adolescentes que habitan en lugares de tremenda comedia y que nos conducen del terror a la risa y de la risa al terror, porque esa etapa de la vida nunca es un paraíso, como pensamos, no es un tiempo de candor y de inocencia. Más si cabe para las mujeres, en las que la autora centra casi toda su atención, como ha hecho a lo largo de toda su obra. Los protagonistas de estas veinte historias crecen y arrastran en su personalidad determinados acontecimientos que condicionan sus comportamientos hacia la extrañeza o el absurdo. Nos detenemos y nos preguntamos entonces si estos niños no han vivido ya un infierno, pero sí muchos infiernillos. La mayoría de los cuentos suceden en algún lugar de Latinoamérica, en ciudades o pueblos del pasado donde las tradiciones y las costumbres se repiten y donde es casi imposible escapar al curso de la vida. Pero nos conmueve la fortaleza de los protagonistas para sobreponerse al laberinto de la existencia y llevarnos más allá de la realidad. No se puede decir que este sea un libro pesimista porque, e