La belleza femenina, así como los expedientes utilizados para reforzarla fueron objeto de violentas diatribas en la tradición cultural de Occidente. El cristianismo creó un modelo moral adusto en el que la belleza de las mujeres era origen del pecado; los llamados Padres de la Iglesia configurarían un molde literario parenético que llega con todo vigor hasta la Edad Moderna.