FRANCESCUTTI PEREZ, LUIS PABLO
Que en las elecciones a la presidencia de Estados Unidos pudiera volver a ganar Donald Trump, el Gran Conspiracionista en Jefe especializado en denunciar los complots más inverosímiles, es un fiel indicador de la repercusión cobrada por las narrativas que explican cualquier calamidad por la acción secreta de camarillas maléficas. Y el de Trump no es el primer caso: desde que aparecieron en el siglo XVIII, las más dañinas de esas tramas fantasmales han sido las utilizadas por políticos y gobernantes para adquirir poder o perseguir a sus opositores. Ninguna nación ostenta su monopolio, ni persona alguna se halla completamente a salvo de su penetrante influencia. Creadas, difundidas y consumidas por individuos y colectivos de todas las ideologías, las teorías del complot cumplen las más diversas funciones, desde señalar a los chivos expiatorios de los males sociales hasta impulsar la protesta popular, brindar escalofríos estéticos y ofrecer una comprensión sencilla de hechos y situaciones complejas. Su fascinante y poliédrica naturaleza ha atraído el interés de la psicología, la sociología, la antropología, en