Desde su época de formación hasta sus últimos días, Paul Klee fue un artista fascinado por la observación de la naturaleza y sus fenómenos. Su curiosidad por el origen de la forma y de la expresión artística lo llevaron a estudiar atentamente su entorno inmediato, en las afueras de Berna, así como las plantas, animales, paisajes y fenómenos atmosféricos presentes en los distintos viajes que realizó a lo largo de la su vida. Este bagaje y las lecturas de libros como La metamorfosis de las plantas de J. W. Goethe marcaron su posterior etapa como profesor de la Bauhaus, y dieron pie a todo un corpus temático que se convertiría a la vez en refugio artístico frente al reto que supuso convivir con una enfermedad fatal los últimos años de su vida.